La Musica, Alimento del Alma

11 sept 2010

Los Sueños de un Humano.. La Tentación de un Dios (Obra de Teatro)

Por: Samuel Marin Villa
Un pequeño suspiro de ilusiones en el que los sueños de un poeta se acobijan con la imagen de una escena bañada en los manantiales celestes que nutren la tentación de un Dios.

ACTO I
(Un sentimiento erótico profesado al descubierto)
Nos encontramos en la zona norte de Israel, no ha pasado mucho tiempo de que la era cristiana ha comenzado, ahora los años caminan de manera ascendente y el viento se nutre de una nueva era. Dentro de una pequeño choza se encuentra una mujer de belleza notoria, acariciando su cabello mientras un joven se acerca y comienzan a platicar.
  • Judas Iscariote: ¿Qué haces ahí?, pareciera que un suspiro de divinidad ha acariciado tu alma y te colma de felicidad.
  • María Magdalena: (extasiada) Así es, los vientos de hoy en día acarician la piel de mi alma conduciéndome hacia cielos de placer.
  • Judas Iscariote: Entiendo, y detrás de esas nubes que acarician tu alma, ¿nada tiene que ver la presencia de Jesús de Nazaret?
  • María Magdalena: (sonrojada) No dejas escapar nada, creo que de todos los que seguimos a nuestro pastor, has de ser de los más listos.
  • Judas Iscariote: Pero de que me sirve ser una persona lista si el que te hace naufragar en los placeres a ti es Jesús y no yo.
  • María Magdalena: (sonrojada aun mas) pero de que hablas, tu y yo solo formamos parte del rebaño que Jesús nuestro pastor nos ha de guiar a ambos hacia ya dicha felicidad.
  • Judas Iscariote: Detrás de sus doctrinas sé que hay algo diferente dirigido hacia a ti, después de todo el es hombre y tu mujer, y con tu belleza lo comprendo.
  • María Magdalena: Tienes razón, yo soy una mujer y el es un hombre al igual que tu, pero para tu mala fortuna, a pesar de que me alaga el oírte hablar de mí, Jesús como hombre para mí está un paso al frente de ti.
  • Judas Iscariote: (un poco ofendido) No tienes que decírmelo, sé muy bien lo que sientes por él y créeme que me cala hasta lo más profundo de mi corazón impregnando de resentimiento mi razón.
  • María Magdalena: Vive tranquilo, aunque no pueda darte lo que quieres para mí también eres un hombre capaz de conducirme hasta los puntos claves de mi excitación.
  • Judas Iscariote: Insisto, de nada me sirve eso, las palabras no son suficientes para acariciar mi alma, prefiero que lo hagas con la suavidad de tus manos.
  • María Magdalena: Entiendo lo que dices pues no hay síntoma más placentero que el sentir las manos de alguien recorrer todos los senderos más sensibles del cuerpo. Pero como ya te dije, solo Jesús es el único dueño de mi cuerpo y solo él puede hacerme sentir eso.
  • Judas Iscariote: ¿Acaso es una fuerza divina la que se manifiesta sobre tu alma cada que él recorre con sus manos el aura sensual de tu ser?
  • María Magdalena: No lo sé,  pero cada que él se acerca y me toca, mi piel se estremece, mi mirada divaga en el pensamiento del deseo, mi estomago se altera y mi alma se le entrega.
  • Judas Iscariote: Pero él es el mesías, ¿Dónde queda la moral y los valores de la castidad que se han de dispersar sobre el mundo?
  • María Magdalena: Tampoco lo sé, pues con él aquí a mi lado todo el mundo se desvanece en un pequeño gemido de excitación.
  • Judas Iscariote: Juro aquí ante ti sin falacias en mi lenguaje, que daría todo, daría lo que fuera por tan siquiera por un instante ser igual que él y poder recorrer tu alma con el tacto húmedo de mi ser.
  • María Magdalena: Date cuenta de lo que hablas, tu espíritu se está envenenando por la envida, recuerda que fue la envidia la que condujo a Lucifer hasta el rincón más obscuro del infierno.
  • Judas Iscariote: No lo sé, tal vez el infierno más desgarrador e intimidante sea mejor que verte a ti naufragar en los orgasmos espirituales del ser por causa del mesías y no por causa mía.
  • María Magdalena: No hables así, pues el sentimiento del arrepentimiento quizás en un futuro no sea suficiente para ser perdonado por dios.
  • Judas Iscariote: (con tristeza) Podría caminar por los jardines más exóticos del cielo que ni así podría yo tranquilizar a mi alma si por un lado sé que tu estas con él, naufragando en los placeres tanto mundanos como celestes.
  • María Magdalena: (alagada) ¿Cómo podría yo ocasionar toda esa amalgama de sentimientos en el fondo de tu corazón?
  • Judas Iscariote: No solo en el fondo, también flotan tenuemente sobre la superficie de mi corazón que hoy en día solo se nutre de dolores.
  • María Magdalena: En verdad lo siento, pero pues como ya lo dije, Jesús también es un humano como tu pero con un paso al frente.
  • Judas Iscariote: Sus prioridades son solo predicar su doctrina, y tú no formas parte de ella.
  • María Magdalena: Tal vez su doctrina sea lo que más le importa, pero si lo nuestro camina oculto es porque el mundo no está en condiciones de saberlo, jamás comprenderían el hecho de que su mesías, mi mesías, me lleva de la mano hasta el orgasmo de mi alma.
  • Judas Iscariote: Tu solo eres un ser humano igual que yo, formamos parte de su rebaño, él como pastor no tiene tiempo ni manera para inclinarse hacia una oveja en particular.
  • María Magdalena: Tal vez tengas razón, pero es justo su liderazgo lo que me cala hasta los huesos, es su status como pastor el que me estremece la piel del alma, y detrás de esa divinidad que le rodea hay un humano capaz de hacerme sentir en mí lo más mundano.
  • Judas Iscariote: (consternado) No tengo palabras, Cómo podría yo derrocar la imagen del mesías de tu mente y pintar con caricias la mía.
  • María Magdalena: Os recomiendo no vuelvas a pensar en ponerte en su lugar, pues no estás a nivel para hacerlo, acepta tu destino y a nosotros déjanos llevar nuestra historia hasta el clímax mas profundo de la eternidad.
  • Judas Iscariote: Solo escucha…
Judas consternado por lo que escuchaba no pudo continuar hablando, en su corazón se expandía una grieta al ver a magdalena estremecerse de placer por Jesús de Nazaret. Pensó un poco en lo que no termino de decir y partió fuera de la choza. 
ACTO II
(Palabras de una Deidad… Penitencia del olvido)
Caminando en el desierto, a lo lejos, en una roca, judas vio sentado a su mesías, meditando en el silencio acobijado por el sol que se expandía sobre la escena. Con el rostro de magdalena pintado en su corazón se acerco a paso lento y conversó con su mesías.
  • Jesús de Nazaret: (Inspirante) ¿Qué pasáis por tu mente?, tu mirada me dice que no estás a gusto con circunstancias que me envuelven.
  • Judas Iscariote: Usted, el hijo de dios, salvador de nuestro mundo, ¿Por qué no nos dejáis vivir pleno humanos con humanos?
  • Jesús de Nazaret: La plenitud y el buen camino es lo que yo quiero impartir sobre el humano, y como te oí decir, soy el salvador de vuestro mundo.
  • Judas Iscariote: Pero dentro del margen de deidad, no podéis comprender el placer del hombre, no podéis asimilar necesidades humanas.
  • Jesús de Nazaret: ¿Me habláis acerca de la necesidad que en el hombre y la mujer se presenta manifestándose en síntomas de unificación?
  • Judas Iscariote: Así es, es justo el mensaje que le profeso. Usted puede conducir a cualquier humano hasta las nubes del cielo, pero detrás de ello, hay un cielo aquí en el mundo que solo entre humanos podemos acariciar.
  • Jesús de Nazaret: Puedo sentir en tu alma exactamente de lo que me hablas, siento el aura de vuestro mensaje, pero ¿podéis especificar delimitando bien lo que me vanéis a reclamar aquí?
  • Judas Iscariote: No es mi intención reclamarle a usted mi mesías, pero hablo de Magdalena, la mujer que usted conoce mejor que nadie.
  • Jesús de Nazaret: Si he de ser yo quien mejor la conoce, ¿Qué hacéis tú aquí tratando de hablarme acerca de ella?
  • Judas Iscariote: Usted sabe bien lo que ella siente por usted, y usted mismo, detrás de la predicación de su doctrina ha tenido encuentros acobijados por el placer con ella.
  • Jesús de Nazaret: (un tono de molestia) Y dime, ¿Eres acaso tu el indicado para venir a decirme esto, no crees que te has olvidado del estamento divino por el cual mi ser camina?
  • Judas Iscariote: Sé muy bien cuál es el status al que yo pertenezco y al que pertenece usted, pero la mirada de una joven se ha impregnado aquí en mi alma, y se sobrepone a todo dogma establecido.
  • Jesús de Nazaret: No os olvidéis de que no hay nada que se pueda sobreponer sobre el amor a mi padre y de igual manera a mí, no dejéis que un sentimiento mundano se apodere de tu alma.
  • Judas Iscariote: No tengo palabras que decir, pero tampoco hay palabras que me hagan cambiar lo que siento.
  • Jesús de Nazaret: No pierdas el sendero hacia mi padre, no abandones la esperanza del cielo por el sentimiento hacia una mujer.
  • Judas Iscariote: y usted, ¿por qué siendo el mesías, hijo de Dios, se deja llevar por las dulces sensaciones que una mujer expresa en las suaves mantas del placer?
  • Jesús de Nazaret: No comprendes en realidad lo que pasa, ella, Magdalena, ha venido aquí a mí buscando el acobijo de Dios, y yo, solo he impregnado con mi aliento la doctrina de mi padre sobre la piel de su alma y a través de ello, es como ella ha alcanzado el placer de la sublimidad.
  • Judas Iscariote: Con ningún otro discípulo ha hecho lo mismo, solo con ella, de ser solo el aliento de Dios, ¿Por qué lo ocultáis ante los ojos de la humanidad?
  • Jesús de Nazaret: Dentro de la naturaleza de un Dios está la elección de los humanos, es nuestra naturaleza nombrar a un elegido, y el alma de lo divino me ha mostrado que Magdalena, en su papel de humana ha de ser mi elegida sobre el hombre.
  • Judas Iscariote: ¿Es así como la “justicia divina” se propaga sobre el mundo predicando la igualdad entre todos los seres humanos?
  • Jesús de Nazaret: No eres tu alguien que tenga el derecho de cuestionar la palabra de dios, tu papel de humano te impide comprender el proceder divino de la vida. 
  • Judas Iscariote: (con lagrimas en su rostro) En mi mente y en mi corazón he visto a Magdalena gimiendo de placer sobre el manto de lo etéreo, y son mis manos, mi piel la que la conduce hasta punto dicho. Pero al despertar y observarla, veo que es usted quien la conduce hasta ese cielo y no yo.
  • Jesús de Nazaret: Ella ha abandonado el placer terreno y ha buscado el llamado de Dios, tú, oveja de mi rebaño, no eres capaz de cumplir el deseo que magdalena ha profesado.
  • Judas Iscariote: He caído ante la deidad de mi doctrina, ahora el desierto me espera para bañarme con el olvido a mi presencia.
  • Jesús de Nazaret: Solo has caído ante tu mismo y tus deseos mundanos, pero dentro de ti también se propaga la esperanza de Dios, está en ti elegir el sendero correcto y levantarte de tu caída.
  • Judas Iscariote: En los valles cual destino del camino correcto del que usted habla se encuentra ella, gimiendo sobre el viento cada que una palabra pronunciada por usted hace contacto con su piel.
  • Jesús de Nazaret: Si sigues el camino de Dios ni siquiera ella opacará tu tranquilidad y descanso, olvida lo terreno y ve en busca de lo celeste.
  • Judas Iscariote: (llorando) Hoy, aquí ante usted, me pongo de rodillas y pidiendo perdón le digo que caminaré hacia el desierto, caminaré hacia el olvido, pues ni el más celeste de los placeres ocupará el lugar que en lo mundano magdalena era capaz de penetrarme.
  • Jesús de Nazaret: Pues si esa ha de ser tu última palabra, espero que el alma del desierto os sirva como redentor para que la bendición de mi padre llegue a tu corazón y con sus alas levante a tu alma del desierto y lo coloque allá en el cielo.
Con el llanto emanando de su alma, Judas sabía que no tenía nada más que hacer en la escena sentimental de Magdalena, y con la mirada de ella penetrada en su corazón partió hacia el desierto en busca del olvido, en busca de su muerte. Al verlo partir, Jesús de Nazaret alzó la mirada al cielo y pidió a su padre que comprendiera la escena que sobre el mundo se levantaba. Que comprendiera que la palabra de su fe para poder se propagada sobre el mundo había que conocer los placeres mas mundanos, tal como Judas lo había tratado de entender. Y dentro de la choza en la que Magdalena se encontraba, de su voz emanaban versos que en forma de poesía profesaban su sentimiento hacia el mesías, hacia Jesús de Nazaret.
  • María Magdalena: Oh Jesús, llévame hasta al cielo infectado de placer del que tanto me has hablado, acaricia mi piel desnuda con tus versos y así, tomados de la mano exploremos el pecado que tu padre ha impuesto sobre la esencia moral del ser humano. (Susurrando) Hazme tuya en cuerpo y alma para así engendrar sobre la vida la esperanza erótica de nuestro amor.
Y en el centro del desierto, acobijado por el sol y los insectos presentes, el alma de Judas se desvanecía entre los humos flotantes del olvido. En el lago de sus lágrimas solo se reflejaba el rostro excitado de Magdalena, que entre sus alucinaciones, escuchaba como ella le cantaba al oído suaves canciones de melancolía mientras su alma en un último suspiro se evaporaba de la vida.
ACTO III
(Sentimiento del Humano… Tentaciones de Dios)
Entra caminando a paso lento Jesús de Nazaret en la choza donde Magdalena, recostada sobre el suelo, con solo una pequeña bata de seda que dejaba al descubierto su desnudez, acariciaba su cuerpo lentamente mientras en su mirada se reflejaba la escena de un encuentro carnal. Jesús se acerca y dice.
  • Jesús de Nazaret: Tu belleza ha sido pintada con las plumas de los ángeles, bañada en la tinta de mi sangre y divinizada por un soplido de inmortalidad.
  • María Magdalena: Oh! Mi mesías, con su voz usted me hace naufragar sobre el océano de la lascivia mas celeste que se dispersa sobre el mundo.
  • Jesús de Nazaret: Os pido que no te olvides de nada, nunca prives de tu ser el suave susurro de mi voz.
  • María Magdalena: Oh mi señor, usted está siempre aquí con migo, no conozco su ausencia, no podría olvidarme de nada con lo que con usted he vivido.
  • Jesús de Nazaret: Solo recuerda que los ojos de la humanidad no son capaces de comprender lo que entre tú y yo a ocurrido. (Acariciando la mejilla de magdalena) No dejes que esto se termine.
  • María Magdalena: No quiero que esto termine. Llévame contigo a la eternidad del sueño.
En una escena bañada en la excitación, la tentación acobija el alma de Jesús y de magdalena:
  • Jesús de Nazaret: Solo cierra los ojos y déjame una vez más acariciar tu piel desnuda con el aura de mi voz.
  • María Magdalena: (Excitada) Mi cuerpo es suyo, mi alma es suya, condúzcame hacia las nubes del placer con el cálido tacto de sus manos.
  • Jesús de Nazaret: (un suave gemido) Tu piel está tan cálida que el calor de este desierto se queda afuera, avergonzado después de ser vencido.
  • María Magdalena: Usted es quien provoca eso en mí, mi señor, usted con su sola presencia es capaz de estremecer todo mi cuerpo.
  • Jesús de Nazaret: (acariciando su cuerpo) Eres mía en la eternidad, el axiomático síntoma de nuestro amor ha ido más allá de lo establecido por deidades.
  • María Magdalena: Usted es mi dios, y yo soy su sirvienta, con su autoridad solo usted puede hacerme acariciar el cielo con mis propias manos.
  • Jesús de Nazaret: ya solo guarda silencio y deja que sean mis manos la orquesta y tus gemidos la sinfonía que bañados con el erotismo de su música decoren nuestro encuentro.
  • María Magdalena: (Temblando en el placer y abrazado a él) conviérteme en una flor que con sus pétalos pueda acariciar de terciopelo su cuerpo.
  • Jesús de Nazaret: hoy eres una flor que decora el jardín del cielo, el placer y lo divino, por hoy, aquí contigo, se han eclipsado en nuestro amor.
  • María Magdalena: Yo solo soy la flor que usted ha abierto, acariciado mi vientre con su ser y haciéndome morir de placer recostada en las nubes del rincón más exótico del cielo.
  • Jesús de Nazaret: Shhh, (en susurros), solo respira y déjame a mí llevarte hasta la eternidad espiritual, donde los orgasmos de tu alma sean oraciones que bañen a la humanidad con la esperanza.
  • María Magdalena: (gimiendo, respirando. Ella solo acariciaba el cielo). Hágase su Voluntad
Y así, recostados sobre el manto del placer, Jesús de Nazaret y María Magdalena dejaron al descubierto que una deidad, el señor y amo del cielo, también tiene derecho a apreciar los síntomas mundanos más agonizantes del orgasmo, dejando atrás lo impuesto como pecado. “Que lo divino y lo mundano en su presencia se haga de ahora en adelante una sola esencia”.
FIN

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